Sin un público cada vez más cultivado, los esfuerzos por desarrollar la industria del cine en el país, serán como arar en el mar.
SANTO DOMINGO. Las bases para desarrollar una verdadera industria del cine están plantadas, gracias a la firma por parte del presidente Leonel Fernández, de la Ley de Cine.
Cada vez son más los jóvenes que estudian el arte cinematográfico dentro y fuera del país. Escuelas de cine como las de San Antonio de los Baños en Cuba, la de Palermo en Argentina o varias de las existentes en Estados Unidos, son algunas de las seleccionadas por los jóvenes para adentrarse en el mundo del séptimo arte o para profundizar en sus conocimientos.
En el país, la UASD, Altos de Chavón y los talleres que ofrece la Fundación Global Democracia y Desarrolloson los más frecuentados con este fin. De hecho, de los mencionados talleres de Funglode hay un grupo de jóvenes dominicanos, haitianos y de otras nacionalidades que ya dan sus primeros pasos. Once cortometrajes fueron mostrados en el recién pasado Festival de Cine Global.
En República Dominicana existen indiscutibles talentos, tanto en la parte industrial como en la parte artística, capaces de acometer cada vez más un cine interesante, sin desdorar la necesaria parte comercial. Basta con mencionar a Ángel Muñiz, Alfonso Rodríguez o Pegy Guzmán, por sólo mencionar tres. Eso sin contar con la buena cantera de actores con que se cuenta.
Pero no solamente con eso se va a tener un cine nacional. Falta un público preparado para ver algo más que comedias sacadas de los set de televisión y ampliadas a la gran pantalla. Y en ese aspecto la crítica es imprescindible. La labor durante años del fenecido Arturo Rodríguez, o de Armando Almánzar, Félix Manuel Lora, Mario Núñez y otros pocos ha sido importante; pero no ha bastado.
Evidentemente no bastan los espacios que, como este, se dedican a promover el cine en los diarios y revistas del país. No bastan esfuerzos como la revista Cine7, de reciente aparición.
Películas como La soga, filmada enteramente en República Dominicana, con guión, actuación y producción de Manny Pérez, por ejemplo, debió tener mejor suerte desde el punto de vista comercial. Tiene todos los condimentos para serlo: acción, una historia local bien contada, buenas actuaciones y en general un producto que podría ponerse en cualquier otro país latinoamericano y tener éxito. Sin embargo, y a pesar de la buena publicidad que tuvo, no obtuvo los resultados en cuanto a público, esperados.
Enseñar masivamente a ver cine necesita de un esfuerzo mayor. Se necesitan espacios televisivos que desglosen una película, hablen de autores, tendencias estéticas, la importancia de la fotografía, la iluminación, el guión, las actuaciones, la música, entre otros. Espacios que sean conducidos por personas que sepan comunicar bien y llegar a las grandes masas.
Pero eso no puede ser todo. Falta también una campaña intensa y prolongada que desde los ministerios de Cultura y de Educación, así como Educación Superior, ofrezcan la asignatura de Apreciación del Arte Cinematográfico en el sistema educacional. Pero que lo hagan de manera interesante para ese público del futuro que es el que, a la larga, disfrutará del cine nacional dominicano que está al doblar la esquina.
Cada vez son más los jóvenes que estudian el arte cinematográfico dentro y fuera del país. Escuelas de cine como las de San Antonio de los Baños en Cuba, la de Palermo en Argentina o varias de las existentes en Estados Unidos, son algunas de las seleccionadas por los jóvenes para adentrarse en el mundo del séptimo arte o para profundizar en sus conocimientos.
En el país, la UASD, Altos de Chavón y los talleres que ofrece la Fundación Global Democracia y Desarrolloson los más frecuentados con este fin. De hecho, de los mencionados talleres de Funglode hay un grupo de jóvenes dominicanos, haitianos y de otras nacionalidades que ya dan sus primeros pasos. Once cortometrajes fueron mostrados en el recién pasado Festival de Cine Global.
En República Dominicana existen indiscutibles talentos, tanto en la parte industrial como en la parte artística, capaces de acometer cada vez más un cine interesante, sin desdorar la necesaria parte comercial. Basta con mencionar a Ángel Muñiz, Alfonso Rodríguez o Pegy Guzmán, por sólo mencionar tres. Eso sin contar con la buena cantera de actores con que se cuenta.
Pero no solamente con eso se va a tener un cine nacional. Falta un público preparado para ver algo más que comedias sacadas de los set de televisión y ampliadas a la gran pantalla. Y en ese aspecto la crítica es imprescindible. La labor durante años del fenecido Arturo Rodríguez, o de Armando Almánzar, Félix Manuel Lora, Mario Núñez y otros pocos ha sido importante; pero no ha bastado.
Evidentemente no bastan los espacios que, como este, se dedican a promover el cine en los diarios y revistas del país. No bastan esfuerzos como la revista Cine7, de reciente aparición.
Películas como La soga, filmada enteramente en República Dominicana, con guión, actuación y producción de Manny Pérez, por ejemplo, debió tener mejor suerte desde el punto de vista comercial. Tiene todos los condimentos para serlo: acción, una historia local bien contada, buenas actuaciones y en general un producto que podría ponerse en cualquier otro país latinoamericano y tener éxito. Sin embargo, y a pesar de la buena publicidad que tuvo, no obtuvo los resultados en cuanto a público, esperados.
Enseñar masivamente a ver cine necesita de un esfuerzo mayor. Se necesitan espacios televisivos que desglosen una película, hablen de autores, tendencias estéticas, la importancia de la fotografía, la iluminación, el guión, las actuaciones, la música, entre otros. Espacios que sean conducidos por personas que sepan comunicar bien y llegar a las grandes masas.
Pero eso no puede ser todo. Falta también una campaña intensa y prolongada que desde los ministerios de Cultura y de Educación, así como Educación Superior, ofrezcan la asignatura de Apreciación del Arte Cinematográfico en el sistema educacional. Pero que lo hagan de manera interesante para ese público del futuro que es el que, a la larga, disfrutará del cine nacional dominicano que está al doblar la esquina.
De Alfonso Quiñones
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